Autoría individual / construcción social del conocimiento: ¿opciones excluyentes o complementarias?

Como saben los tres o cuatro lectores que siguen este blog, entre otras cosas soy un wikipedista intermitente. El de Wikipedia me parece un noble (aunque en ocasiones frustrante) propósito. Ofrece, además una vastísima proyección: actualmente tiene más de 37 millones de artículos en 287 idiomas y es el séptimo sitio web más consultado del planeta. Por otro lado, no es útil para difundir investigaciones originales, porque no es ese su propósito.

Más allá de su mayor o menor utilidad concreta, Wikipedia es también un fascinante objeto de análisis para quien se interesa en los procesos de construcción del conocimiento,  porque se contrapone al académico, tal como lo conocemos hoy día. Esto es, el estilo con el que trabajamos proviene de prácticas y principios construidos en la época moderna entre los humanistas y científicos europeos.  Gira en torno a un principio básico: el conocimiento es una creación individual, «de autor», cuya labor debe ser reconocida como propiedad personal. Estamos tan habituados a ello que se nos olvida que no siempre ha sido así, y que existen otras experiencias. En particular, en las culturas donde el conocimiento se transmite por tradición oral (como en las indígenas de México, por dar un ejemplo), cada persona puede reproducir, corregir y añadir  lo que ha legado la generación previa; y quien la transmite puede esperar cierto prestigio, pero no una retribución material. No es algo tan exótico ni ajeno a la tradición occidental: los cronistas de las  órdenes religiosas solían copiar capítulos enteros de sus predecesores, porque la historia que escribían no les pertenecía a ellos, sino a su comunidad.

Esto viene a cuento de que hace un par de años creé una entrada en Wikipedia dedicada a un personaje secundario, pero de interés,  de la historia de la ciencia novohispana, del que me había ocupado en el curso de mis investigaciones. Me dio algún trabajo porque el estilo wikipédico tiene sus propias convenciones y formatos, pero después de un par de horas tuve un texto que me parecía satisfactorio y lo di de alta. No esperaba mayores repercusiones porque lamentablemente una de las características de esta enciclopedia virtual es la inclinación por una historia bastante tradicional, centrada en los «grandes personajes» o «notables acontecimientos» de la política, la guerra o el arte. Y efectivamente, así fue.

Hace unos días volví sobre este artículo para ver la «historia» de la edición (porque cada modificación queda registrada). Encontré que otros wikipedistas habían corregido detalles del formato, agregado un par de datos biográficos y adicionado un retrato del biografiado. En conjunto, revisiones puntuales pero pertinentes, respetuosas de la edición original, y que para el lector resultan convenientes.

El historial de las ediciones consecutivas en Wikipedia
El historial de las ediciones consecutivas en Wikipedia

El asunto es menor, pero me dejó pensando qué ocurriría si los trabajos que entregamos como resultado de nuestras investigaciones, y que por lo común se encuentran ya en web, fueran de «edición abierta». No ocurre así actualmente; en realidad ni nosotros mismos podemos  modificar estos textos, porque legalmente pertenecen a la institución que los ha publicado. Los derechos intelectuales, desde luego, corresponden a su autor, y en principio está prohibido que alguien los modifique, reproduzca o incluso los glose sin dar el debido crédito en profusas notas a pie de página. Es parte del «abc» del oficio, que empeñosamente inculcamos en nuestros estudiantes.

¿Que pasaría, sin embargo, si la labor del intelectual (particularmente el que trabaja para una institución pública) no fuese objeto de una apropiación personal e institucional, sino algo que se entrega (o devuelve) a la sociedad que ha sostenido y financiado su labor? ¿Qué sucedería si, reconociendo la autoría original, la modificación posterior de la obra se realizara por consenso?

Así planteado, parece una propuesta radical, y muchos autores tendrían cierto temor a que una obra registrada bajo su nombre acabara por contener proposiciones contrarias a las que sostuvo inicialmente, o bien que sufra episodios de vandalismo. Sin embargo, existen ya diversos medios que ofrecen modelos posibles y potencialmente útiles, de los que solamente citaré dos.

La misma Wikipedia, contrariamente a lo que muchas personas piensan, tiene ciertas reglas, y conjuga la «libre edición» con cierta supervisión difusa y colectiva. Los usuarios pueden revertir cambios considerados inconvenientes o mal intencionados. Algunos artículos juzgados como «polémicos» quedan protegidos: sólo los editores conocidos por su trayectoria pueden modificar los textos. El wikipedista que reiterada y deliberadamente cometa actos contra las reglas también puede ser sancionado con una suspensión temporal o definitiva de sus derechos de edición.

La wiki de la muy respetada Encyclopedia of Earth va un paso más allá: los artículos son aceptados por editores atendiendo a su pertinencia, calidad, neutralidad y balance, de manera similar a cualquier revista académica. Posteriormente cualquier miembro registrado (hay requisitos de completa identificación y acreditación) puede modificar estos materiales; pero estos cambios deben ser aprobados por el editor inicial.

Abrir la redacción de un texto al público (o al menos a un amplio conjunto de posibles editores) no implica adentrarse en una tierra de nadie legal, ni conlleva ceder una especie de carta blanca al plagiarismo.  En lugar del antiguo sistema de derechos de autor  («prohibida toda utilización o modificación») las licencias Creative commons ofrecen una amplia variedad de opciones, que satisfacen diversas inquietudes y preferencias, desde las más restringidas hasta las más abiertas, incluyendo las modalidades aquí comentadas.

Si me dijeran en este momento que pase del dicho al hecho, probablemente tendría ciertas vacilaciones cuando se trata del resultado de mis investigaciones básicas y principales, que son resultado de meses y a veces años de labor intelectual; su destino final no es algo que tome a la ligera. La experiencia, además, me ha hecho tener mucho respeto por lo que he dado en llamar la Ley de las Consecuencias Inesperadas y Generalmente Indeseables  🙂  subyacentes en toda innovación. Sin embargo, de manera tentativa, no tendría mayor inconveniente cuando se trate de «estados de la cuestión» y obras de divulgación. Desde luego, para que algo así tenga sentido debería implicar a muchos autores. Sería un experimento en la creación y difusión de conocimientos  que parece interesante, y que podría sacudir convenientemente el acartonado mundo de la divulgación de la ciencia.

«La Investigación Siempre Inconclusa; o La Tiranía de la Letra Impresa». Drama en muchísimos actos con epílogo tecnológico

C uando un alumno estudia la carrera de historia (o, supongo, cualquier otra de las humanidades y algunas ciencias sociales) pasa invariablemente por una asignatura de metodología. Allí se le explica e inculca que los pasos de una investigación (tesis, artículo o libro) son nítidos e invariables: elección de un tema, diseño de un proyecto, revisión de la bibliografía adecuada, búsqueda  (en su caso) de documentos de archivo o trabajo de campo, redacción con la correspondiente introducción, división de capítulos, notas, cuadros y mapas, y la feliz conclusión. Todo esto, evidentemente, tiene su fin en la impresión del texto y su presentación pública. Y luego, pues, a otra cosa.

En la práctica, esto no es del todo así. Como los sufridos editores saben bien, para el autor es una tentación casi irresistible realizar correcciones en la mitad del proceso editorial. Y aun ya publicada la obra, sucede que el investigador encuentra nuevos materiales, tiene otras lecturas y descubre  ideas que bien podrían mejorar, adicionar o corregir lo ya hecho. Por lo común esto se queda en el ámbito del “si hubiera…”; lo escrito así está, y cada libro es producto de su momento. Pero a veces ocurre que el veleidoso autor cede a la tentación de hacer una “segunda edición corregida y aumentada”.

¿Es esto un defecto metodológico, o alguna especie de obsesión intelectual que lleva a nunca dar por cerrada una investigación? Algo hay de las dos cosas, pero lo que también sucede es lo que podríamos llamar la tiranía de la letra impresa. Realmente, una investigación nunca termina; simplemente llega al estado en que puede publicarse. El hecho puramente material de que un texto deba darse por concluido para poder imprimirse ha condicionado durante siglos nuestras opciones intelectuales.

Esta es una tradición que puede estar llegando a su ocaso con la aparición y creciente difusión del texto digital. En general, hemos considerado que la versión «virtual» de un texto es simplemente un «espejo» de la impresa, y que debe someterse a las mismas reglas y convenciones. En realidad, no tiene porqué ser así. Por ejemplo, en el momento en que el escrito pasa a una presentación que puede modificarse fácilmente, no hay razón técnica para que el autor no pueda modificarlo y corregirlo tantas veces como sea necesario,  en beneficio propio y del público. Considerarlo así iría en contra de una arraigada tradición científica que viene, supongo, desde los primeros libros impresos, a mediados del siglo XV. Pero hasta la letra impresa, recordémoslo, fue en su momento una novedad.

Podría objetarse que el lector o el estudioso tendría la incómoda situación de referirse o apoyarse en un texto potencialmente variable.  Sin embargo, nuestra metodología ya ha evolucionado para adaptarse a las nuevas situaciones, y hoy es de rigor citar una página web mencionando la fecha de publicación y de consulta, como propone por ejemplo automáticamente la revista virtual Nuevo Mundo – Mundos Nuevos (las letras resaltadas son mías):

Natalia Silva Prada, « Profecía y política: reflexiones historiográficas para una introducción al dossier ‘A propósito del año 2012: Vetas políticas del profetismo moderno y contemporáneo’ », Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Debates, 2012, [En línea], Puesto en línea el 09 julio 2012. URL : http://nuevomundo.revues.org/63656. Consultado el 14 agosto 2012.

También ya existe la tecnología para saber cuáles han sido los cambios en el tiempo, en este caso asociado a la plataformas «wiki», donde aparece el «Historial» y pueden consultarse  y compararse las distintas versiones de manera muy clara  (el ejemplo lo he tomado del artículo «Antonio de Mendoza y Pacheco»).

¿Transformará este cambio en el soporte tecnológico de la investigación nuestras normas y convenciones de presentación de resultados? En verdad, no se me ocurre un buen argumento en contrario, pero desde luego esto tampoco significa que así ocurra. Hay hábitos que no cambian fácilmente, así que habrá que verlo.

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* Este breve ensayo está afectuosamente dedicado a Ena Lastra y los demás pacientes y dedicados colegas que dan vida al Departamento Editorial del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.

Alternativas a Wikipedia (4): evaluación y perspectivas

La combinación de la popularidad mundial de Wikipedia, la frustración de muchos wikipedistas con su sistema de edición  anónimo e impredecible, y la inquietud por llevar el conocimiento especializado más allá de los restringidos espacios académicos, ha llevado a la creación de varios sitios «wiki» alternativos, con diferencias combinaciones de  criterios editoriales. La idea es ciertamente atractiva. En este sentido, comenté en notas pasadas los logros y limitaciones de Scholarpedia, Citizendium y The Encyclopedia of Earth, con la idea (no tan implícita) de examinar posibles modelos aplicables para una alternativa en español sobre los temas que nos son cercanos. Podría evidentemente seguir comentando sitios con propósitos similares,  pero me parece que con los reseñados ya tenemos un buen panorama y puedo aventurar algunas conclusiones.

* Pese a todas sus limitaciones, Wikipedia con el tiempo ha logrado establecerse en la conciencia y preferencias del público como sitio de consulta. Ha conseguido asimismo algo muy difícil: reunir una vasta red de colaboradores que escriben y corrigen textos constantemente, sin esperar recompensa ni reconocimiento. Como muestran los casos de Citizendium, y  Knol (de Google) no parece probable que aparezca y se consolide alguna otra enciclopedia similar. Nos agrade o no,  es preferible realizar el esfuerzo para que los textos de Wikipedia sean lo más confiable posibles, aunque a veces parezca arar en el mar.

En cambio, es posible que sitios «wiki» temáticamente especializados (digamos, por decir algo, sobre historia y patrimonio histórico de México), redactado por expertos que le den confiabilidad,  puedan tener un nicho propio y perspectivas interesantes de desarrollo. Esto nos lleva a las diferentes soluciones adoptadas para resolver las delicadas cuestiones  de la autoría, convocatoria de autores, calidad, organización y estructura.

* Autoría: En este indispensable rubro, Scholarpedia se ha ido a un extremo: procura que cada artículo esté redactado por la máxima autoridad reconocida en su campo de conocimiento (o, al menos, alguien que haya investigado el tema, y que cuente con un doctorado).  Encyclopedia of Earth (EoE) ha adoptado un criterio más flexible: acepta investigadores y docentes de posgrados  universitarios, pero también profesores de licenciatura o de enseñanza media,  miembros de ONGs, de agencias gubernamentales, miembros de sociedades científicas, de organizaciones empresariales, y en general cualquier persona que pueda demostrar conocimientos especializados en algún área.

* Convocatoria. La reunión de autores «expertos» presenta considerables dificultades prácticas. Suelen ser personas muy ocupadas, que administran cuidadosamente su tiempo, y que entre artículos, conferencias, cursos y comités no tienen muchos ratos disponibles para actividades adicionales. En general, estas wikis enfatizan un curioso argumento negativo: no son Wikipedia, o sea, reconocen y respeta el derecho de autor,  no hay anonimatos, la contribución es citable, y el entorno es académico. Hace falta evidentemente algo más, y Encyclopedia of Earth ha tratado de presentar argumentos convincentes: el resultado de las investigaciones puede alcanzar públicos más amplios que el de los medios impresos,  es posible actualizar constantemente los artículos, el autor participará en un modelo de publicación en rápida expansión,  y se integrará en una comunidad académica respetada, que comparte y discute objetivos comunes.

Calidad: tanto Scholarpedia como EoE han adoptado un modelo de aprobación similar al de las revistas académicas: los artículos son sometidos a revisión por «pares«, esto es, por otros expertos que conocen el tema. El texto no es publicado hasta que  no se haya respondido adecuadamente a las observaciones de los dictaminadores, a criterio de los editores.  Es algo que para un contribuyente de Wikipedia le parecería una forma inaceptable de censura, pero que es habitual en el entorno académico. No es un procedimiento simple ni exento de errores, pero es el mejor que se ha encontrado.

* Ingeniería social.  Aun así, no es fácil convocar a un número suficientemente numeroso de autores. Un sitio wiki no puede depender del entusiasmo voluntarista de un editor, sino que debe necesariamente integrar una comunidad que  reúna expertos de diferentes temas y épocas, y que por su número permita el trabajo conjunto, la  colaboración y el reparto de tareas.  Y pensar que el prestigio de los miembros de un comité editorial , el respaldo de una o más  institucioneso empresas, criterios adecuados de edición, y una plataforma tecnológica  sofisticada y atractiva atraerán  la atención y el interés de los expertos es algo razonable, pero no seguro.  Pero que vale la pena intentarlo, y que los resultados podrían ser muy interesantes, no me cabe duda.

Alternativas a Wikipedia (3): The Encyclopedia of Earth

The Encyclopedia of Earth (EoE) , en línea desde 2006 (no confundir con una publicación impresa, del mismo nombre), se define como un recurso electrónico libre, colaborativo,  redactado por expertos, sobre la Tierra, sus recursos naturales y su interacción con la sociedad. Fue una iniciativa respaldada por el National Council for Science and the Environment. La plataforma tecnológica es una adaptación de MediaWiki,  la misma que dio origen a Wikipedia.

La organización es muy similar al de una revista académica: tiene  editores, editores asociados, consejo editorial y un consejo consultivo internacional, todos con credenciales académicas y adscripciones a conocidas universidades.

Los interesados en participar en esta enciclopedia  deben registrarse  con su propios nombres, adjuntando un curriculum vitae.  Se espera de ellos que tengan experiencia,  investigaciones, docencia y escritos en su campo de conocimiento.  De manera correspondiente, los artículos tienen un «autor principal», cuya biografía se incluye.

Como hacen constar sus criterios editoriales, las nuevas contribuciones (artículos, reportes, videos, imágenes) son revisadas y aprobadas (o no) por editores, que consideran  su pertinencia, calidad, neutralidad, balance y la representatividad de diversas opiniones existentes.  Cualquier miembro registrado puede modificar estos materiales, pero los cambios deben ser aprobados por el editor.

La sección relativa a México incluye información general sobre el país (basada en datos disponibles libremente en la red) y, previsiblemente, es mucho más completa cuando aborda temas ambientales (incluyendo visualmente fascinantes imágenes de satélite).

La presentación de la página es atractiva, con un «carrusel» de excelentes imágenes, índice temático en el menú lateral,  sistema de búsqueda, y vínculos a nuevos o renovados artículos. Los textos tienen cierta especialización, pero están redactados en un estilo accesible para estudiantes, educadores, académicos y el público educado en general.  Más que entradas enciclopédicas,  son breves ensayos. Estas contribuciones están protegidas por una licencia Attribution-ShareAlike 2.5 Generic.

EoE ha logrado algo que (como puede verse en otros casos) resulta complejo y dificil: reunir, organizar y mantener el compromiso editorial de un conjunto calificado de colaboradores (2,388 registrados actualmente). Respecto de la cifra de artículos, no encontré estadísticas disponibles, pero por ejemplo la sección más cercana a  los humanistas, «Society and Environment» cuenta con 1,236 materiales disponibles. Del punto de vista del impacto social, en el índice Alexa de sitios más consultados, EoE estaba en el lugar 129,497 , lo cual tampoco está nada mal para un sitio académico especializado.

No consta la «ingeniería social» que contribuyó a este éxito. Por lo que puede apreciarse, parece haber partido de la premisa de que debe comenzarse con la  reunión de un grupo comprometido y prestigioso de editores, antes de proceder a la presentación y convocatoria públicas. Esto es, una plataforma en web, por sofisticada y atractiva que sea, no basta en sí misma para llevar adelante un proyecto de esta índole.  Es algo que debería tomarse en cuenta.

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Este artículo es el tercero de una serie que también incluye:

Alternativas a Wikipedia (1): Scholarpedia; y

Alternativas a Wikipedia (2): Citizendium

Alternativas a Wikipedia (2): Citizendium

El éxito mundial de Wikipedia, la frustración de muchos productores de conocimiento con su proceso de impredecible (y anónima) corrección de  textos y la preocupación por difundir información científica confiable ha llevado a la  creación de sitios “wiki” alternativos. Como comentaba previamente, son interesantes tanto por sus mayores o menores logros como porque son modelos a tener en cuenta para quien procure construir una hipotética página wiki sobre los temas que nos interesan.

Citizendium es una wiki enciclopedia fundada en 2006. Comenzó como una derivación de Wikipedia (retomando de hecho muchos de sus artículos) pero pronto pasó a ser un proyecto paralelo. Las principales diferencias radican en que los usuarios deben utilizar (en principio) su propio nombre, existen expertos en el papel de editores, que supervisan los artículos y que en cierto momento pueden considerarlos como «aprobados» (o «certificados», que  sería más exacto). Los artículos  en sí no tienen una autoría reconocida; son considerados como un producto colectivo. Hasta el momento, sólo existe una versión en inglés.

Hay un grupo de constables (traducible como «alguaciles», aunque prefieren llamarse «moderadores») para resolver conflictos y tratar con, uhm, «problemas». Suena un tanto disciplinario, pero recuérdese que uno de los problemas de Wikipedia ha sido el vandalismo de los contenidos y las «guerras de correcciones».

La mayor parte de los artículos tienen un «disclaimer» o advertencia:

This is a draft article, under development and not meant to be cited; you can help to improve it. These unapproved articles are subject to a disclaimer.

La advertencia o «disclaimer» en cuestión dice así:

All unapproved Citizendium articles may contain errors of fact, bias, grammar etc. An article is unapproved unless it is marked as approved with a dedicated green template at the top of the page, as in the Biology article. Approved articles are intended to have next to no errors. The participants in the Citizendium project make no representations about the reliability of Citizendium articles or, generally, their suitability for any purpose.

Los contenidos actuales tampoco brillan precisamente por su novedad, y a veces parecen extraídos de manuales de hace muchas, muchas décadas, como la definición de historia:

History (from the Greek ἱστορία) is the study of past human events based on written documents, conventionally divided chronologically into ancient, medieval and modern periods.

Aun sin mencionar la cuestión de que la periodización de la historia europea no tiene porqué ser universalmente válida, la limitación del oficio a los «documentos escritos» dejaría en la práctica fuera del análisis a muchas de las antiguas y complejas culturas originarias americanas, que quedarían como asunto particular de los arqueólogos. El punto de vista no es ni siquiera eurocéntrico, sino que podría definirse como «post-victoriano»: los historiadores modernos mencionados en esta página (con la venerable excepción de Leopold von Ranke) son todos británicos, estadounidenses, canadienses y australianos. Pero en fin,  tampoco es justo apreciar una enciclopedia por un artículo, que además (como tantos otros) aun no está «aprobado».

Ha logrado Citizendium un modesto éxito: tiene actualmente 16,225 artículos en diferentes etapas de edición, de los cuales  sólo 159 han sido aprobados por los editores.  En el índice de páginas web más consultadas de Alexa, figura en el sitio 212,710. No está mal, pero desde luego se halla muy lejos de las macro cifras de «ya saben cuál otra enciclopedia en línea». Debe agregarse que, a diferencia de Scholarpedia, los artículos de Citizendium no han sido considerados como referencias válidas en trabajos científicos.

En resumen, Citizendium parece haber buscado un punto medio, con el resultado de quedarse a medio camino. No tiene el festivo anarquismo cognoscitivo de Wikipedia, pero tampoco el rigor disciplinario de Scholarpedia. Y es que  encontrar una propuesta que a la vez reúna  voluntarios entusiastas,  resulte adecuada para los expertos y atraiga al público en general no es  un asunto fácil. O quizás simplemente ocurre que Wikipedia, a pesar de todas sus limitaciones, nos resulta satisfactoria como enciclopedia universal.

Este texto es el segundo de una serie sobre este tema; vea el primero, con la correspondiente introducción a la discusión, aquí.

Próximamente: Alternativas a Wikipedia (3): The Encylopedia of Earth.

Alternativas a Wikipedia (1): Scholarpedia

Cada tanto me asomo a ver qué hay de nuevo en Wikipedia, porque me parece un noble (aunque a veces exasperante) proyecto. Y de vez en cuando agrego o corrijo alguna información, aunque tengo muy en claro que según los criterios vigentes “Cualquier texto con el que contribuyas podrá ser editado y redistribuido sin piedad». Y ocurre con frecuencia, y no es raro que alguien que ha dedicado años a investigar un tema vea sus escritos eliminados por otro wikipedista que se apoya en enciclopedias, libros de texto o notas periodísticas.

Wikipedia ciertamente merece nuestra atención a la hora de difundir el conocimiento: es el sexto sitio más consultado de la web mundial, con 400 millones de visitantes mensuales, 85.000 autores registrados que editan constantemente 21 millones de artículos en 280 lenguajes (véanse aquí los datos al día en que usted lee esto). En comparación…bueno, simplemente es ridículo hacer comparaciones con libros, revistas u otras páginas web académicas.

La combinación de la popularidad de Wikipedia, la frustración de muchos wikipedistas, y la inquietud por llevar el conocimiento especializado más allá del estrecho círculo de la academia ha llevado a la búsqueda y creación de sitios «wiki» alternativos, varios de ellos basados en derivaciones de la misma plataforma MediaWiki. Valen tanto por que son como, que es lo que aquí me interesa, como posibles modelos de desarrollo para una wiki en español sobre los temas que en particular nos interesan.

Scholarpedia fue creada en 2006 por Eugene M. Izhikevich,  precisamente en razón de sus experiencia como wikipedista). Es un sitio que a primera vista parece igual a Wikipedia (de hecho la base de su plataforma, Mediawiki, es la misma), pero su funcionamiento difiere grandemente. En primer lugar, está escrito por académicos, o más precisamente por quienes en teoría son la máxima autoridad en algún campo de conocimiento. Para escribir un artículo, el posible autor debe tener la recomendación de otros dos autores. Evidentemente, todos escriben bajo su propio nombre, no con un seudónimo.

Una vez que un autor escribe un artículo, es sometido a revisión por otros expertos (o «pares«).  Cuando logra la aprobación de una entrada, se convierte en su «curador». Esto significa que cualquiera de los autores registrados puede modificarlo, pero los cambios no aparecen sino cuando el curador los aprueba. Esto permite (al menos en teoría) que una contribución sea no solo revisada, sino constantemente actualizada.

Un artículo de  Scholarpedia es una publicación formal, puede ser citado como si fuese una revista especializada (de hecho, tiene su propio ISSN, o código identificatorio de publicación periódica). Los textos están protegidos por una licencia Creative Commons Attribution-Noncommercial-NoDerivatives. Por otro lado, al igual que Wikipedia, su propósito no es publicar nuevas investigaciones, sino presentar «estados de la cuestión» de forma neutral  con un lenguaje relativamente accesible. Y hablando de lenguaje, sólo está disponible en inglés, que es hoy día el idioma internacional de la ciencia.

En la práctica, Scholarpedia se ha limitado a los campos altamente especializados de la neurociencia, inteligencia artificial, física y astrofísica.  Tiene actualmente 2287 artículos y 9525 colaboradores, de los cuales 4263 son curadores. Su prestigio se muestra en que es citada rutinariamente en revistas especializadas y libros científicos como fuente confiable y bien informada.  Entre líneas, puede sospecharse que tiene muchos de los problemas típicos de una publicación académica: dificultad para contar con autores que tienen de por sí complicadas agendas y múltiples compromisos, un proceso tortuoso de aprobación y cuellos de botella administrativos. Pero, sin duda, es una iniciativa muy relevante y un modelo editorial muy pertinente, aunque lleva los requisitos para publicar un texto a niveles de exigencia tales que pueden acabar por ser imprácticos para un medio de divulgación de la ciencia.

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Si le fue útil este artículo, puede que también sea de su interés el de Los diez años de Wikipedia: comentarios de un wikipedista ocasional.

Próximamente en este mismo blog: Alternativas a Wikipedia (2): Citizendium

Internet, el anarquismo cognoscitivo y la necesidad de alternativas

Los primeros años de la web fueron una verdadera revolución tecnológica, pero los cambios en la producción de sus contenidos fueron modestos y graduales. Sobre todo en el ámbito académico, continuaron las formas de comunicación unidireccionales, que iban desde el productor de conocimientos hacia el usuario. Algo era cierto, o al menos creíble (y publicable) porque lo decía una persona que tenía un título, era profesor o investigador en una universidad, funcionario de alguna dependencia gubernamental, escribía en algún periódico reconocido, o había dedicado largos años a opinar sobre el tema. El hecho de que la mayor parte de las páginas web fuesen institucionales o empresariales, y que fuese bastante difícil que un particular creara una propia, aseguraba que estos principios, hábitos y medios mantuvieran una lógica cognoscitiva similar a la de los libros y revistas impresas.

Para bien o para mal, esto ya no es así. Mucho ha tenido que ver la aparición de la llamada «web 2.0», que permite y facilita la comunicación interactiva y debilitó la antigua tajante división entre autor y lector. Hoy día cualquier persona con mínimos conocimientos puede instalar un blog o una página web en media hora,  y de manera gratuita o a precios muy modestos. Y en cuanto a contenidos, Wikipedia no fue la primera, pero sí la más visible y exitosa iniciativa que puso de cabeza las anteriores formas de producción intelectual. Todos los wikipedistas (que además, recuérdese, son anónimos) son iguales entre sí.  El investigador que ha publicado libros e impartido incontables conferencias sobre un tema tiene  la misma popularidad que un adolescente que escribe sus notas apoyándose en enciclopedias u otras páginas web. Como reza el lema de Squidoo, otras de  las enciclopedias colectivas que tanto proliferaron,  «todos somos expertos en algo».

Desde luego, si ser experto quiere decir tener información especializada sobre alguna cosa (desde la receta para un postre delicioso, la mejor manera de cambiar la cadena de una bicicleta, o la fecha de bautizo de Napoleón), no hay duda de que este enunciado es verídico. Sin embargo, información y conocimiento  no son exactamente sinónimos.  El conocimiento implica comprender y analizar  el origen, evolución, funcionamiento de algo, así como sus relaciones con entidades similares y las posibles consecuencias que se derivan de su existencia. En ocasiones, desde luego, nos basta con tener la información necesaria para obtener ciertos resultados prácticos; pero limitarnos a ella sería empobrecer nuestra comprensión del mundo.

Por otro lado, es cierto que  un artículo en web escrito por alguien sin formación especializada  puede ser excelente,  y el redactado por una persona con muchos títulos puede resultar pésimo. No estamos, al cabo, hablando de producción de nuevos conocimientos, sino de su difusión -algo que las instituciones académicas y los investigadores tradicionalmente han  hecho poco y mal. Esto desde luego es muy el caso de la historia, donde los historiadores (a diferencia de los ingenieros o médicos) no pueden (ni deberían) reclamar un monopolio del ejercicio del oficio.

La cuestión principal no es en sí la amenidad o la claridad didáctica, ni las credenciales académicas del autor de un blog o página web, sino la de cuáles son los mecanismos de verificación aceptados  para distinguir la originalidad, calidad, exactitud y pertinencia de una nota o un ensayo entre el caótico mar de contenidos existentes en línea. Evidentemente, en la red hay de todo, desde lo muy valioso, pasando por lo ofensivo hasta llegar a lo banal, repetitivo e intrascendente. El problema es distinguirlo.

En el mundo académico, existen mecanismos elaborados de verificación, que incluyen la revisión y aprobación  «por pares», esto es, por otros expertos en el tema. El público lector (que por lo común es el muy restringido de otros académicos, o estudiantes aspirantes a serlo) toma en cuenta la trayectoria previa del autor y la respetabilidad de la casa editora. Este probado (y engorroso) sistema se adapta mal a la inmediatez de la comunicación actual, donde cada autor puede publicar lo que desea de inmediato y sin verificación previa.

Aunque no fue su objetivo, Google proporcionó impensadamente una alternativa de clasificación jerárquica: los sitios más visitados por el público aparecen en los primeros lugares de los resultados de sus búsquedas.  De aquí se derivó la idea, presente en muchos sistema y servicios en línea, de que los usuarios califiquen  («favoriteen») los sitios más interesantes y confiables. Es  una entidad amorfa y anónima (el «público» o «los lectores») la que representa la sabiduría colectiva y atribuye el criterio de verdad (o de confiabilidad). Es, por ejemplo, el criterio utilizado por Knol, la frustrada enciclopedia de Google  y de otras aplicaciones como Digg, o en español, Menéame donde los usuarios «suben» ciertas notas o noticias, y alcanzan el honor de ser  publicadas en la página principal si los demás usuarios las encuentran suficientemente confiables.  En el campo particular de la historia, lo mismo puede decirse de Historiador.net

Visto en una perspectiva general, el desarrollo de internet ha implicado una rebelión en contra de los «expertos» (como ha ocurrido, por otra parte, con otras  figuras de autoridad). Hay, digamos, cierto implícito anarquismo cognoscitivo. Aunque tampoco se trata de un movimiento organizado ni animado por una reflexión sistemática (sería, en cierta manera, una contradicción) existen pensadores, como Paul Feyerabend, que han sostenido que los científicos no tienen porqué tener un monopolio del conocimiento especializado, y que sus logros concretos no siempre han resultado de de la racionalidad experimental.

Sin entrar por ahora en esta discusión, lo cierto es que mal haríamos en ignorar un medio tan universalmente aceptado sólo porque no nos resulta conocido y previsible, o porque no nos podemos amparar en las formas tradicionales de obtener reconocimiento. Sobre todo en las humanidades, la comunicación de nuestros resultados al público es algo de lo que no podemos prescindir. Algo se ha avanzado en este sentido; por ejemplo, casi todas las revistas académicas especializadas están disponibles en línea. Sin embargo, el contenido y el estilo siguen siendo los propios de los universitarios, que no son los más apropiados para el lector general. Asociarse para tomar ejemplo de iniciativas que han resultado exitosas en la red, pero llevando la exactitud, el rigor y el conocimiento avanzados propios del mundo académico es algo que aun no hemos resuelto debidamente. Deberíamos hacer algo para lo que en principio somos buenos: identificar el problema, analizarlo y proponer soluciones.

La historia de México en las páginas públicas de Facebook

A pesar de todas las reservas, de sus  limitaciones y de ciertos inconvenientes (véase «Razones de un historiador para usar/no usar Facebook«), cada vez es más frecuente que instituciones y asociaciones académicas recurran a una «página pública»  de Facebook para fines de difusión y divulgación.  Las ventajas son evidentes: pueden establecerse y administrarse muy fácilmente, no tienen costo, y atraen la atención de un público joven que mucho nos interesa (o debería interesarnos). También hay grupos  que han encontrado en Facebook un medio adecuado de difusión, sin tener que recurrir a los enredados y lentos procedimientos institucionales para acceder a la red.

Fuente: AMIPCI. Estudio de hábitos de los usuarios de Internet, 2010.

Desde luego, no siempre es seguro que estas páginas correspondan exactamente a una institución o un autor, porque hace un tiempo Facebook introdujo unas páginas de comunidad que son creadas de manera automática a partir de Wikipedia, o bien  de informaciones puestas en el «perfil» de los usuarios. Con un poco de atención, es posible darse cuenta de quienes realmente son quienes dicen ser.

He compilado aquí un listado de las páginas «públicas» de Facebook  (esto es, las que puede consultar cualquier persona, sin necesidad de ser usuario registrado), excluyendo  las páginas «personales» (aunque no lo crea, hay instituciones que utilizan esta opción) y los «grupos». Estos dos últimos  requieren ser usuario de Facebook para consultarlos, o bien registrarse como «amigo».

Instituciones

Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS)

El Colegio de México, A.C.

El Colegio de México. Doctorado de Historia

El Colegio de San Luis.

Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)

INAH TV

INAH. Escuela Nacional de Antropología e Historia. Difusión Cultural

Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora

UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) en línea.

Casa de las Humanidades

Facultad de Filosofía y Letras. Extensión Académica

Instituto de Investigaciones Antropológicas

Instituto de Investigaciones Bibliográficas

Instituto de Investigaciones Estéticas

Instituto de Investigaciones Filológicas

Archivos, bibliotecas y museos

Archivo General de la Nación (AGN)

Archivo Histórico del Arzobispado de México

Acervo Histórico del Palacio de Minería, Facultad de Ingeniería. UNAM.

Antiguo Colegio de San Ildefonso.UNAM.

Biblioteca Histórica José María Lafragua, BUAP

Museo Numismático Nacional

SINAFO. Fototeca Nacional,  INAH.

Sociedades y asociaciones científicas

Academia Mexicana de la Historia

Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México (ADABI)

Asociación Mexicana de Historia Económica

Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales, A.C. (CEAS)

Editoriales y revistas

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México (UNAM)

Portal de Revistas Científicas y Arbitradas de la UNAM

20/10 Memoria de las Revoluciones en México

Revista Bicentenario. Instituto Mora

Temáticos

La ciudad de México en el tiempo. Un espacio abierto para compartir fotografías, anécdotas e información sobre la ciudad de México.

Archeográfica. Reconstrucción virtual, maqueta y ambientación tridimensionales asistidos por computadora sobre arqueología precolombina

Archivo para la Memoria. Pograma académico y archivístico que rescata, organiza, resguarda y difunde los vestigios de la vida cotidiana e institucional generados por particulares

Artes e Historia México.  Portal dedicado a la difusión de la historia, el arte y la cultura.

H-MEXICO, grupo virtual sobre historia de México

Cultura y Lengua Maya. Dedicada a los investigadores, admiradores y aficionados de esta gran civilización.

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Si encuentra que hay alguna otra  página pública FB de interés que debería agregarse a este listado, envíeme una nota en «comentarios».

Adiós a Knol

Google acaba de anunciar el fin de Knol (entre otros proyectos que no fueron a ninguna parte).

La imagen de Knol: al museo de los logos perdidos
La imagen de Knol: al museo de los logos perdidos

Después de tres años, esta «enciclopedia de expertos» nunca había levantado vuelo, a pesar de que técnicamente era ingeniosa y tenía buena presentación. A diferencia de Wikipedia, los artículos (o «knoles») tenían autor, solamente él podía modificarlos o, en su caso, aceptar las contribuciones de terceros.  La calificación de calidad y pertinencia no la hacía algún editor. Eran los propios lectores quienes,  mediante sus comentarios, enlaces y sus más o menos numerosa consultas, ordenaban los artículos por su popularidad, en una manera similar al Page Rank, el sistema de las búsquedas de Google. Nunca hubo un plan general, sino que cada autor podía hacer cuantos artículos quisiera.

Los resultados concretos de este proyecto fueron muy limitados.  Hubo buenos artículos sobre medicina, pero proliferaron textos mediocres, los que defendían posiciones políticas y religiosas particulares (no había aquí la obligación de un punto de vista «neutral»)  e incluso los que de manera muy poco velada promovían servicios comerciales (por ejemplo, varias notas sobre destinos turísticos en México). Tampoco había siempre referencias de apoyo, notas bibliográficas o vínculos hacia contenidos afines. Fue una plataforma atractiva para algunos autores, pero no llegó a convertirse en una comunidad intelectual, porque el formato no favorecía que así fuese.  Algunos textos (véase por ejemplo los publicados por Carlos García Mora) fueron ciertamente de interés, pero se trató de casos aislados.  En realidad, tenía mucho más sentido (y visibilidad) publicar en un blog.

Knol continuará visible hasta el 30 de abril de 2012.  Los autores han recibido la opción de migrar sus contenidos a Annotum, una plataforma para publicaciones académicas basada en WordPress, propiedad de otra compañía.

El fin de Knol muestra una vez más que una cosa es manejar cables, fierros y códigos y otra muy distinta convocar, atraer y mantener la adhesión y la colaboración de las personas, sobre todo aquellas dedicadas a generar nuevos conocimientos. En perspectiva, Wikipedia, con todas sus exasperantes problemas y caóticas limitaciones, sigue siendo la única opción viable, que una y otra vez sobrevive a los sucesivos intentos por desplazarla como fuente de conocimiento universalmente consultada.

Qwiki, o el historiador automático

Allá en los ya no muy cercanos tiempos en que era un joven historiador recién contratado por el Instituto de Investigaciones Históricas de  la UNAM, descubrí que en una bodega de la biblioteca había una computadora  IBM (el modelo con  monitor con letras verdes sobre  fondo negro, que utilizaba discos floppy de 5 1/4).  Pedí permiso para desempolvarla, y prontamente comencé a escribir mis textos en un procesador, Word Perfect, ahora ya desaparecido del mercado. De vez en vez alguno de los investigadores más establecidos (que eran, o podían haber sido, mis maestros) se acercaba para ver porqué  estaba yo tecleando frente a un monitor. Después de una breve explicación,  les decía que llegaría el tiempo en que podrían meterse las notas de trabajo por una ranura de la computadora, luego escoger opciones interpretativas y de estilo, y por el otro lado saldría el texto ya escrito. Se me quedaban viendo, algunos con escepticismo y otros con inquietud. No faltaba quien iniciaba una larga y razonada exposición sobre por qué tal cosa nunca sería posible, para mi secreta y privada diversión.

Pues bien, en el mundo de la tecnología es mejor no hacer bromas sobre futuros improbables, porque siempre hay el riesgo de que acaben por ser verídicos. Ocurre que la acumulación de información y de interpretaciones en artículos y libros científicos disponibles hoy día en red es tal que ha llegado a constituirse en valiosa (y casi imprescindible) fuente de referencia para el estudioso.  Desde luego,  se requieren conocimientos y un buen criterio para discriminar entre lo pertinente y lo banal, así como para organizar el material y, obviamente, realizar un análisis, con sus correspondientes hipótesis y argumentos. Es una tarea intelectualmente compleja,  que resulta difícil para una computadora. Sin embargo, en la medida en que los sistemas cibernéticos son cada vez  más sofisticados, pueden utilizar sus capacidades de ordenamiento y clasificación de tal manera que imitan cada vez mejor el pensamiento humano.

Gracias a una nota del siempre alerta e interesante  blog de Libros y bitios, vengo a enterarme de Qwiki, una combinación de buscador con agregador de contenidos, procedentes en este caso de Wikipedia (en su versión inglesa) y materiales gráficos publicados  con licencia Commons, de Wikimedia. El resultado de las búsquedas es un audio  a manera de «cápsulas informativas», de poco menos de un minuto, acompañado de imágenes, ilustraciones y (en su caso), mapas,  cuadros y gráficas.   La versión «texto» de la exposición también está disponible.  En esta versión preliminar o «alfa», hay dos millones de entradas. Para empezar, no está nada mal.

Qwiki da al lector (previo registro) la posibilidad de sugerir imágenes o videos (pero no de corregir contenidos). También provee enlaces a contenidos pertinentes en Wikipedia, Youtube y Google, así como la opción de compartir el resultado mediante e-correo, Facebook o Twitter. Igualmente, propone cápsulas afines, de manera que puede navegarse una y otra vez por contenidos temáticamente vinculados.

Desde luego, la confiabilidad de los resultados de Qwiki es tan buena como sus fuentes, pero en una revisión rápida no encontré errores notables. Incluso en historia, sociedad y cultura de México hay más entradas de las que podría esperarse en un sistema basado en referencias anglófonas. Puede comenzarse, por ejemplo, en «Mexican Revolution«, y luego navegar hacia «Franciso I. Madero«, «Porfirio Díaz» y «Cristero War». O, si se tiene poca paciencia con los «grandes acontecimientos», consultar la cápsula de Day of the Dead, y de ahí derivar hacia La calavera catrina. No hay todavía una versión en español. Pensándolo bien, quizás no sea buena idea que la haya, dada las muchas imprecisiones que aparecen en la versión hispana de Wikipedia.

Qwiki se acerca bastante a la antigua  fantasía de ciencia ficción, aquella en la cual el protagonista se colocaba frente a una gran y ronroneante computadora, con muchas luces y unidades de cinta, para decirle  cosas como «Computadora, proporcióname información sobre la atmósfera de Júpiter». Más cercano a nuestros intereses, podría pensarse que en algún momento el historiador podría sentarse frente a un equipo de cómputo  y pedirle  el «estado de la cuestión» sobre las haciendas en México en las primeras décadas del siglo XIX. No sería imposible, sobre todo si se partiera del enorme y creciente acervo de revistas y libros disponibles, por ejemplo, en Google Académico.

La inquietante mirada de Hal 9000
La inquietante mirada de Hal 9000

Por otro lado, Qwiki también recuerda inevitablemente a Hal 9000, la supercomputadora de la nave espacial de la película Odisea en el espacio, de Stanley Kubrick. Como recordarán los memoriosos, Hal encuentra una excelente razón para asesinar a toda la tripulación.  Sin llegar a tanto,  ¿acabarán algún día no tan lejano las computadoras y las aplicaciones como la que aquí he comentado por dejar sin trabajo a los historiadores? Yo podría aquí dar muchas razones por las cuales tal cosa nunca será posible… pero prefiero no correr el riesgo de que dentro de algunos años algún joven universitario lea mis argumentos con un aire de  secreta y privada diversión.