ace unos días, Francisco García-Jurado, autor del excelente blog Reinventar la antigüedad escribió una nota de la que aquí he recogido en parte el título. Dice que
«…al menos para mí, los blogs académicos son preciosas tentativas para esbozar textos e ideas que luego me sirvan como materiales reelaborables. En este sentido, los blogs se parecen mucho a los ensayos, sobre todo por la libertad que implica su redacción, no tan sujeta a la tiranía de los textos “definitivos”. Asimismo, la posibilidad de poderlos corregir a posteriori confiere a su escritura vivacidad y hasta cierta audacia que no siento cuando hay que cerrar otro tipo de prosas de manera ‘irreversible’.
Para este filólogo dedicado a los estudios clásicos, la escritura de sus blogs es complementaria a la de sus ensayos más formales, y también le resulta útil para mostrar el “cómo se hizo” determinado trabajo, o cuáles fueron las circunstancias en que nació una idea concreta, lo cual siempre es de mucho interés para el lector.
Este texto me llevó a pensar en las razones por las cuáles comencé mis escrituras blogueras, allá por el año de 2007. Al principio, me interesaba seguir lo que llamé «el amor y el desamor de los historiadores por el ciberespacio» en el blog Clíotropos, a manera de un observatorio que comentara la evolución de su uso y ambigua aceptación. Luego, como derivación natural, inauguré otra «bitácora» titulada Peregrinaciones sobre el pasado, sobre mis investigaciones particulares.
Inicié estos blogs en gran medida porque ya era posible hacerlo. Esto es, en los albores del internet la posibilidad de publicar estaba de hecho restringida por las dificultades técnicas y las restricciones del «hospedaje» en línea. En cambio, llegó un momento en el cual establecer y dar mantenimiento a un blog de aspecto profesional era algo que podía hacerse fácilmente en WordPress o Blogger, por citar las dos plataformas más populares. Definitivamente, no requería aprender programación; y era gratuito, lo cual también era de tenerse en alguna consideración.
* En cuanto a los motivos, los blogs para mí fueron un experimento en «des-intermediación». Por lo común, los académicos dependemos de instituciones y editoriales que reciben nuestros escritos y luego de una prolongada serie de instancias y procesos técnicos, les dan la debida difusión impresa. En cambio, los blogs nos permiten comunicamos con el público lector de manera directa e inmediata. Desde luego, no tengo nada en contra de las instituciones académicas, y sus protocolos y requerimientos tienen su razón de ser. Pero publicar por mi cuenta, cuando yo lo deseara, sin depender de nadie más, fue algo liberador.
* Me interesaba mostrar al lector (que muchas veces tiene una imagen bastante imprecisa de lo que realmente hacemos) no solamente el resultado, sino también las fases previas de una investigación, esto es, todo aquello que al final desaparece para mostrar el producto terminado. La posibilidad de recibir comentarios me resultaba, también, atractiva.
* Asimismo, quería difundir e incentivar el uso de los blogs entre la comunidad académica como un recurso versátil y útil, al igual que promover su reconocimiento por parte de las instituciones.
En perspectiva, tendría que decir que algunos de estos propósitos se cumplieron, y otros no tanto. Disfruté de la redacción de mis blogs, aunque mi capacidad para mantenerlos activos ha tenido sus altibajos, siguiendo las alternativas del trabajo académico. No se trata exactamente del tiempo disponible, sino más bien que mis «picos» de actividad bloguera han coincidido con el inicio y fin de diversos proyectos. En este sentido, los blogs me han servido bien para publicar ideas tentativas, avances parciales y resultados secundarios que no podían tener otro lugar.
El número de «visitas» (tal como se refleja en las estadísticas que las plataformas recopilan automáticamente) no ha sido espectacular, pero muestra un interés sostenido del público; hay notas que escribí hace muchos años que siguen siendo leídas. Los comentarios, en cambio, han sido muy esporádicos.
En cuanto al entorno académico, me consta que algunos colegas (no demasiados…) leen mis notas con asiduidad, incluyen los «vínculos» correspondientes en sus espacios en Twitter o Facebook, y algún contenido ha sido utilizado como materia de artículos publicados en revistas especializadas. La recepción parece haber sido más amplia entre estudiantes de posgrado, y hace unos meses tuve la satisfacción de ver como un párrafo de una mis notas aparecía en el epígrafe de una tesis.
Las instituciones académicas mexicanas, por su lado, no acaban de comprender o aceptar un género de publicación independiente, que no se desarrolla en los habituales y bien supervisados carriles administrativos. Es algo que contrasta, ciertamente, con lo que ocurre en España, Francia o Alemania, donde la plataforma de Hypotheses* y el apoyo formal de algunas instituciones innovadoras han generado un crecimiento muy prometedor en la cantidad y calidad de los blogs.
En resumen, si algún colega o joven investigador me preguntara si tiene sentido el esfuerzo necesario para iniciar y mantener un blog, mi respuesta sería sin duda afirmativa. Es una empresa que depara satisfacciones personales, permite una mayor difusión social del conocimiento y atrae cierto reconocimiento profesional. Pero, por otro lado, hay que conocer los límites que puede tener el impacto de un blog de temática académica, en inevitable y desigual competencia con la multiforme y casi infinita oferta de contenidos en línea; y tener claro que la aceptación pública es por lo común algo que llega sólo después de mucho tiempo de edición constante.
Desde luego, los blogs y su empleo tienen una historia que continúa en desarrollo. Y su utilización futura probablemente deparará, como siempre ocurre en el ciberespacio, derivaciones sorprendentes e inesperadas.
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Actualización (01/03): Si le interesó este artículo, puede que también encuentre de buena lectura las sugerentes reflexiones de Elena Azofra, autora del blog Morflog, sobre el mismo tema.
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* El autor forma parte del consejo científico de esta plataforma.