Acceso abierto y validación académica: una discusión en progreso

En su excelente blog «Facetas históricas», Luis Ignacio Sánchez Rojas se ha ocupado de «El vicioso sistema de reputación y las nuevas redes sociales académicas«. El artículo es muy pertinente, y es ciertamente adecuado que estos temas se expongan en público. Los argumentos retoman y discuten un escrito de Richard Price, fundador de Academia.edu, una red sobre la cual en el pasado he hecho algunos comentarios. Las propuestas presentadas son principalmente dos: la injusticia de que el lector tenga que pagar dos veces por acceder a un artículo científico (primero, cuando entrega impuestos que sostienen los centros de investigación, y luego cuando debe pagar por acceder a los contenidos); y el carácter vicioso del «sistema  de reputación académico», en el cual es necesario para un investigador someter sus productos a una revista especializada, que publica (y vende) el resultado.

Hay aquí dos asuntos distintos, aunque relacionados entre sí. La restricción del acceso a publicaciones especializadas es un problema particular de la academia anglosajona, donde ha sido común considerar el conocimiento como objeto valioso y comercializable. Tiene que ver, también, con el modelo de financiamiento de las universidades públicas, que no depende tanto (para bien o para mal) del Estado como en lo que podríamos llamar el «modelo latino». Es bueno mencionar que existe en Estados Unidos un movimiento para «liberar» los contenidos, que ha puesto presión sobre los proveedores como JSTOR, que ha establecido recientemente un servicio de acceso abierto (bien que aún limitado y ambiguo, como han señalado algunos críticos). En Inglaterra está ocurriendo una tendencia en el mismo sentido, impulsada desde el gobierno, que podría afectar las muchas revistas de interés para los mexicanistas publicadas por Cambridge University Press. Es conveniente hacer notar que aunque para el lector o estudiante el acceso abierto es algo casi de sentido común (y que yo respaldo), hay también aspectos legales (derechos de autor) y de recuperación de inversión que no son menores para las instituciones.

En México este problema  ha dejado de ser tal: prácticamente todas las revistas importantes de investigación histórica (hay alguna  excepción menor) son de libre acceso (véase aquí).  En España ocurre lo mismo, e incluso revistas como Anuario de Estudios Americanos y Revista de Indias han abandonado la práctica del «embargo» temporal, que restringía la lectura libre al último número publicado. En Francia este movimiento aun no es tan evidente, pero la plataforma Cléo ha realizado importantes progresos en este sentido.

El otro asunto toca al mismo núcleo de la publicación en revistas. Price (cuyas opiniones no son del todo desinteresadas, porque promueve su propia red como opción «abierta») señala los vicios intrínsecos del sistema de evaluación, que está detrás de la existencia misma de las revistas científicas. Esto es, todos los artículos remitidos son enviados para su dictamen a un par de especialistas (que no conocen el autor). Estos expertos dan su opinión, que puede ser negativa, favorable o condicionada (lo cual es muy frecuente e implica por lo común días, e incluso semanas adicionales de trabajo).Vuelve luego a revisarse, y si todo está bien, pasa a un laborioso proceso de edición impresa. El sistema es complicado, lento (puede tardar mas de un año)  e  imperfecto, pero es resultado de una experiencia que viene de más de un siglo de vida académica, y no se ha encontrado hasta el presente otro mejor. Price propone que actualmente existe la posibilidad de publicar directamente (por ejemplo, en su propia plataforma 🙂 ), comunicar de inmediato los resultados de la investigación, recibir los comentarios de toda  la comunidad científica e incluso (aunque es bastante vago al respecto) obtener ingresos por esta vía. Va tan lejos como augurar la próxima extinción de las revistas, algo que ciertamente no parece que ocurrirá en el corto ni mediano plazo. En esto, como en muchos aspectos, es riesgoso confundir los propios deseos con la realidad.

La opción de publicación directa, sin intermediarios, también traería nuevos criterios de validación (o «reputación»): el número de citas en Google Scholar, el de «me gusta» («likes») y «seguidores» registrados como tales. En vez de tener el dictamen de «expertos» y el apoyo de una revista prestigiosa, sería una entidad amorfa y anónima (el «público» o «los lectores») la que representaría la sabiduría colectiva y atribuiría el criterio de verdad (o de confiabilidad). Fue el método utilizado por Knol, la frustrada  (y ya desaparecida) enciclopedia de Google.  En el ámbito de la historia, lo mismo puede decirse de Historiador.net donde los usuarios «suben» artículos y alcanzan el honor de ser promovidos a la primera página según las preferencias de los demás miembros registrados.

El asunto no es menor porque no está solamente en juego la mayor o menor vanidad de un autor, sino la atribución de recursos presupuestales (que, en las humanidades, no son muy cuantiosos, pero suelen ser mucho mayores e imprescindibles en las ciencias «duras»).  Asimismo, confiar en el mejor criterio del público lector puede resultar riesgoso, ya no digamos solamente en los estudios históricos,  sino en campos como la medicina o la ingeniería, donde el error inducido por una publicación (por muy popular que sea) puede tener graves consecuencias. En realidad, no hay razón para no combinar el acceso abierto con la validación de especialistas, como hacen por ejemplo las páginas «wiki» de Scholarpedia, Citizendium o, en el caso de revistas,  la muy notable iniciativa de  «Nuevo Mundo – Mundos Nuevos«.

Desde luego, los historiadores somos razonables analistas del pasado, pero nuestro «record» en predecir el futuro es bastante, uhm, modesto. El vertiginoso y acelerado desarrollo de Internet, y de sus muchas aplicaciones y recursos, es bastante impredecible. Habrá que ver que nos depara.

3 comentarios en “Acceso abierto y validación académica: una discusión en progreso

  1. Sin duda un tema candente con muchísimos intereses personales (la autopromoción de Price y la vanidad del académico, como bien los señala). El cambiante mundo de la tecnología sin duda nos depara todavía muchas sorpresas que prometen revolucionar el campo académico, ya veremos qué también logramos adaptarnos a los nuevos vientos, y si podemos crear nuevos modelos que conjuguen las bondades de la validación de textos con los rigores de la academia, con el acceso abierto que tanto nos hace falta.
    Y hablando de vanidades, gracias por la mención a mi blog y el adjetivo con el que lo califica al inicio de su publicación.
    ¡Muchos saludos!

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