Twitter vs Facebook vs Blogs: impresiones de un #neotuitero historiador

Hace algunos años abrí una cuenta en Twitter. Lo hice con cierta renuencia, porque mis revisiones iniciales de lo que se publicaba en esta plataforma no me convencían de que valiera el esfuerzo, y por otro lado no me faltaban actividades que requerían mi atención. La utilicé poco más que para difundir las notas de mis blogs, y por un tiempo para crear una especie de «espejo» de lo que se publicaba en H-MEXICO, cuando era su editor. Para comentarios y notas más personales, prefería Facebook, que me daba la opción de una red «semiabierta», donde podía poner, por ejemplo, algunas fotografías de mis viajes o breves comentarios personales destinados solamente a algunos colegas cercanos y a mis tres que cuatro amigos.

Hace cosa de un año tuve  más tiempo disponible y me decidí a «darle una segunda oportunidad» a Twitter, a manera de experimento en comunicación. Los siguientes son mis comentarios (no una «evaluación»), desde luego muy personales, sobre que…

* De mi informal estadística, parece haber muchos más académicos «tuiteros» que «blogueros».  La mayor parte, son de la generación de entre 20 y 40 años.

* Publicar en Twitter  implica (aparentemente) mucho menos tiempo de trabajo. Una entrada en mis blogs puede llevarme varias horas de labor; son «mini ensayos», que además requieren imágenes, inclusión de vínculos, edición posterior de comentarios, etc. En cambio, los tuiteos pueden hacerse casi al vuelo, en alguna pausa momentánea de las actividades cotidianas.

* Por lo mismo, es fácil derivar hacia la «comunicación todo el tiempo/ todo el día»,  sobre todo teniendo en cuenta de que es posible mantenerse conectado con esta plataforma mediante los ahora ubicuos «gadgets» portátiles. Viéndolo bien y despacio,  mantenerse activo en Twitter no requiere menos tiempo que un blog; la diferencia está en la concentración requerida por la actividad.

* Aunque los contenidos en Twitter no destacan precisamente por su pulimento narrativo, hay autores que tratan de conjugar una imagen, un ritmo y un argumento en brevísimo espacio. En realidad, podría ser un género literario de interés, con sus propias dificultades, porque no es fácil resumir una idea en 140 caracteres. Esta extensa nota, de hecho, puede ser un buen ejemplo de lo dicho.

* Las interacciones en Twitter son más fáciles y frecuentes. Una queja común de los blogueros es la escasez de respuestas y comentarios pertinentes, que muchas veces acaba por desanimar al autor. Este es un gran punto a favor de esta plataforma.

* Por otro lado, los «tuiteos» son muy perecederos; después de poco tiempo dejan de recibir atención. Los temas de interés cambian casi día con día, y las interacciones son muy efímeras. En cambio, una entrada en un blog sigue siendo consultada y atrayendo comentarios, aunque sea en menor grado, a través de los años.

* La inmediatez de la comunicación puede llevar a que el tuitero reaccione de inmediato ante cualquier suceso, lo cual proporciona espontaneidad y a veces mucha emotividad, con los consiguientes encantos y riesgos. No es el tipo de lenta reflexión y escritura propia de los blogs.

* A diferencia de Facebook u otras redes sociales, donde el usuario puede delimitar y restringir el grupo con el que interactúa, cada tuiteo está abierto potencialmente a cientos de miles de personas. Twitter es una red abierta. La única opción existente es  mantener la propia cuenta como «privada»; no hay opciones intermedias.

* La masividad (y la consiguiente impersonalidad) tiene sus ventajas. Para seguir a alguien en Facebook, hay que convertirse muchas veces en su «amigo», porque esa fue su intención inicial: dar vehículo a redes de amistad. Pero ¿son todos mis colegas, lectores  y alumnos mis «amigos»? No, realmente. En este sentido, la interacción en Twitter resulta más conveniente, más «profesional».

* Los «cliotuiteros» utilizan sus escritos para una gran variedad de fines: difundir noticias de actividades académicas, vínculos a recursos de interés, afirmaciones enigmáticas que sólo pueden comprender los entendidos, aforismos (un género muy interesante, con ilustres antecedentes), opiniones sobre sucesos de actualidad, campañas diversas de diferentes propósitos sociales y políticos, y notas muy personales (lo que está haciendo el tuitero en este instante, el humor con el que se despertó esta mañana, entusiasmos futboleros, las fotos de sus sus mascotas…)

* Como puede verse, las antiguas diferencias entre lo privado y lo público, entre amigos  y  «seguidores», resultan cada día más borrosas, aunque hay tuiteros que mantienen escrupulosamente estas distinciones.

* A través de las personas a las que el tuitero «sigue» y sus propios «seguidores», esta plataforma establece un flujo continuo de notas que llegan automáticamente al espacio personal de cada quien, sobre todo en la sección «descubre», definida como «Lo que está sucediendo ahora, hecho a tu medida». Puede ser un recurso útil,  pero también contribuye a la sobrecarga de información que se ha convertido en uno de los problemas de la red de redes.

*  Los historiadores con más «seguidores» son frecuentemente los que se adentran en temas actuales. Es una red cuyos contenidos privilegian la inmediatez. Obviamente, el historiador no tiene porqué ser un anticuario, o mostrarse indiferente ante las urgentes realidades del presente. Pero dedicarse primordialmente al pasado (esto es, al asunto propio del historiador) no es la mejor vía para reunir  muchos «seguidores» en la esfera  tuiteriana (si ese es un propósito, porque no tiene porqué serlo).

* Y bien, en resumen ¿vale la pena emplear Twitter como herramienta de difusión académica? La respuesta no puede ser general; depende de lo que espere de esta plataforma, de las inclinaciones y personales estilos. Espero haberles dado algunas ideas al respecto.

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